TITO
LIVIO: AD URBE CONDITA LIBRI
LIBRO
XXV
Falta de efectivos militares y necesidad de levas generalizadas por
parte de Roma.
V. (5) Aunque los cónsules
llevaban a cabo el reclutamiento de tropas con dificultad, porque la escasez de
hombres jóvenes no daba el número suficiente para ambos propósitos, esto es,
la formación de las nuevas legiones urbanas y la inscripción de un suplemento
para las antiguas, (6) el senado les prohibió desistir de su empresa y ordenó
el nombramiento de dos comisiones de tres miembros cada una, con el fin de que
una de ellas en un radio de cincuenta millas, la otra más allá de la piedra que
señalaba esta distancia, fueran buscando por las aldeas, ferias y mercados
todos los hombres libres que pudieran encontrar (7) y alistaran como soldados a
los que parecieran tener fuerza suficiente para llevar armas, aun cuando no
estuvieran todavía en edad militar. (8) Se encargó a los tribunos que, si les
parecía, propusieran al pueblo una ley para que a todos aquellos que siendo
menores de diecisiete años, habían pronunciado el juramento militar, se les
tuvieran en cuenta los años de servicio lo mismo que si hubieran sido reclutados
de diecisiete años o mayores. (9) Las dos comisiones de triunviros creadas en
virtud de este senado consulto, efectuaron una búsqueda de hombres libres por
los campos.
Mensaje de los supervivientes de Cannas.
(10) En este tiempo se leyó en el
senado una carta llegada de Sicilia, de M. Marcelo, sobre las reclamaciones de
los soldados que cumplían su servicio a las órdenes de P. Léntulo; (11) este
ejército estaba formado por los supervivientes del desastre de Cannas,
relegados a Sicilia, como antes se ha dicho, y castigados a no volver a Italia
hasta que terminara la guerra con los cartagineses.
VI. (1) Con el permiso de Léntulo
estos soldados enviaron a los cuarteles de invierno, para presentarse a Marcelo
en calidad de legados, a los más distinguidos centuriones y jinetes y lo más
selecto de las legiones de infantería; uno de ellos, después de haber obtenido
permiso para hablar, empezó así: (2) "Tan pronto se promulgó sobre
nosotros aquel decreto del senado, si no injusto al menos duro, hubiéramos
acudido a Italia ante ti, Marcelo, que eras entonces cónsul, si no hubiéramos
esperado esto, que éramos enviados a una provincia revuelta por la muerte de
sus reyes, para tomar parte en una penosa guerra contra sicilianos y
cartagineses juntamente, (3) y que con nuestra sangre y nuestros sufrimientos
lograríamos dar satisfacción al senado, así como en tiempo de nuestros antepasados
los que habían sido cautivados por Pirro en Heraclea, borraron su falta
luchando contra este mismo Pirro. (4) Aunque ¿cuál es nuestro delito para que
os hayáis enojado o permanezcáis irritados con nosotros? (5) Me parece estar
contemplando a los dos cónsules y al senado entero cuando te miro a ti,
Marcelo; si a ti te hubiéramos tenido como cónsul en Cannas, mejor hubiera sido
la suerte de la república y la nuestra.
(6) Permítenos, te ruego, que nos
justifiquemos del delito que se nos imputa antes de exponer las quejas sobre
nuestra situación. Si la derrota que sufrimos en Cannas no fue debida a la
cólera de los dioses, ni al destino, cuyas leyes establecen de modo inmutable
el desarrollo de los acontecimientos humanos, sino a una culpa, ¿de quién fue,
a fin de cuentas, esta culpa? ¿De los soldados o de los generales? (7)
Ciertamente yo, como soldado, no criticaré nunca nada de mi general, a quien
además sé que el senado ha dado gracias porque no desesperó de la salvación del
Estado y a quien se ha prorrogado el mando de año en año después de su huida de
Cannas. (8) Igualmente hemos oído que los restantes supervivientes de este
desastre, que eran entonces tribunos de los soldados, solicitan y ejercen
magistraturas y obtienen el gobierno de las provincias. (9) ¿Acaso, senadores,
otorgáis fácilmente vuestro perdón a vosotros mismos y a vuestros hijos, pero
os agrada mostraros inflexibles con nuestras humildes personas, y para el
cónsul y otros magnates de la ciudad, no fue un hecho vergonzoso el emprender
la huida, puesto que no quedaba otra esperanza, pero a los soldados los
enviasteis a morir irremisiblemente?
(10) Casi el ejército entero huyó
en la batalla junto al Alia, en las Horcas Caudinas entregó las armas al
enemigo sin haberse arriesgado a combatir y no quiero mencionar otras
vergonzosas derrotas de nuestros ejércitos; (11) sin embargo, tan lejos estuvo
de serles imputada a aquellos ejércitos como una afrenta estas derrotas, que,
en el primer caso citado, Roma fue reconquistada valiéndose de este mismo
ejército que había huido a Veyes desde el Alia, (12) y en el segundo las
legiones de Caudium, que habían vuelto a Roma sin armas, dotadas de armamento y
enviadas de nuevo al Samnio hicieron pasar bajo el yugo a aquel mismo enemigo
que había gozado infligiéndoles esta misma humillación.
(13) Pero ¿quién puede acusar de
haber huido o sentido miedo al ejército que luchó en Cannas, donde cayeron más
de cincuenta mil hombres, de donde huyó el cónsul con setenta jinetes, de donde
no quedaron supervivientes sino aquellos que quiso dejar el enemigo, cansado
ya de matar? (14) Mientras se negaba el rescate a los cautivos, los hombres en
general nos alababan porque, decían, nos habíamos conservado para el bien del
Estado, porque habíamos regresado a Venusia a reunirnos con el cónsul y
habíamos mostrado la apariencia de un ejército regularmente constituido; (15)
ahora estamos en peor situación que tuvieron en tiempo de nuestros mayores los
cautivos. Ciertamente a aquéllos tan sólo se les cambiaron las armas, el puesto
en el combate y el lugar en que debían levantar su tienda en el campamento,
cosas todas que recuperaron, no obstante, con una sola vez que prestaron su
ayuda al Estado y en un solo combate de feliz resultado; (16) ninguno de éstos
fue relegado al destierro, a nadie se arrebató la esperanza de cumplir su
servicio militar, finalmente se les dio un enemigo para que luchando con él
pusieran fin de una vez a su vida o a su afrenta; (17) nosotros, a quienes nada
puede objetarse, a no ser el delito de que algún soldado romano quedase
superviviente de la batalla de Cannas, no sólo hemos sido enviados lejos de
nuestra patria y de Italia, sino también del enemigo, (18) para que
envejezcamos en el destierro y no tengamos esperanza alguna, ni tampoco ocasión,
de borrar nuestra ignominia, ni de aplacar la ira de nuestros conciudadanos,
ni, en una palabra, de morir honrosamente. (19) No pedimos ni el fin de nuestro
deshonor, ni la recompensa por nuestro valor, tan sólo que tengáis a bien poner
a prueba nuestro temple y ejercitar nuestro valor; exigimos las tareas más
penosas y arriesgadas para cumplir nuestro deber de hombres y de soldados.
(20) Hace ya dos años que en
Sicilia se guerrea con gran encarnizamiento; los cartagineses se apoderan de
unas ciudades, de otras los romanos; se enfrentan ejércitos de infantería y de
caballería; en las inmediaciones de Siracusa se combate por tierra y por mar;
(21) estamos oyendo a lo lejos el clamor de los que luchan y el estrépito de
las armas, inmóviles e inactivos por nuestra parte, como si no tuviéramos armas
en la mano. El cónsul Ti. Sempronio ha luchado ya muchas veces con el enemigo
en combate formal con legiones constituidas por esclavos; reciben como
recompensa por su ayuda la libertad y el derecho de ciudadanía; (22)
consideradnos pues, al menos, como esclavos comprados para esta guerra; séanos
permitido enfrentarnos con el enemigo y tratar de obtener, luchando, nuestra
libertad. ¿Quieres poner a prueba nuestro valor, bien en combate naval, bien en
lucha por tierra, ya sea en el frente o ya en el asedio a las ciudades? (23)
Reclamamos precisamente las empresas que ofrezcan más riesgos y penalidades
para que suceda lo antes posible lo que ya debió ocurrir en Cannas, puesto que,
cualquiera que sea el tiempo que después de esto logremos vivir, no llegaremos
a vernos libres de la acusación de deshonor."