CICERÓN: DE NATURA DEORUM

 

CAPITULO 54

 

Y que el hombre ha sido especialmente cuidado por la providencia divina se comprenderá más fácilmente si recorremos la estructura toda del ser humano y toda la fábrica y perfección de la natu­raleza humana.

 

(134) Hay tres cosas que se requieren para la ma­nutención de la vida animal: alimento, bebida y respiración; y, para la recepción de estas cosas, es­tá la boca perfectamente adaptada, recibiendo además una abundante provisión de aire a través de la nariz que comunica con ella. La estructura de dientes dentro de la boca sirve para masti­car los alimentos, que es troceado y ablandado por ellos. Los dientes frontales son agudos y di­viden los manjares al morderlos; los dientes de de­trás, llamados molares, los mastican, y al proceso de la masticación, al parecer, ayuda solamente la lengua también.

 

(135) Luego de la lengua viene el esófago que está adherido a las raíces de ésa, y al que pasan prime­ro las sustancias que han sido recibidas en la boca. A uno y otro lado de la gola están las amígdalas, y esa tiene su extremo allí donde termina el pala­dar. La acción y movimientos de la lengua impe­len y echan el alimento al esófago, que lo recibe y lo empuja hacia abajo, de forma que las partes del esófago que se hallan por debajo del alimento tra­gado se van dilatando, y las que quedan por enci­ma se van contrayendo.

 

(136) La "arteria áspera" o tráquea -que así la llaman los médicos- tiene un orificio adherido a las raíces de la lengua un poco más arriba del pun­to en que la lengua se une al esófago; la tráquea llega hasta los pulmones y recibe el aire inhalado al respirar, y también lo exhala y le da salida des­de los pulmones; está cubierta por una especie de tapa, con el fin de impedir que ningún bocado de comida, cayendo accidentalmente en ella, haga imposible la respiración. Debajo del esófago está el estómago, que está construido como receptácu­lo del alimento y la bebida, mientras que el aire respirado es inhalado por los pulmones y el cora­zón. El estómago realiza un número de operacio­nes muy notables; su estructura consta principal­mente de fibras musculares, y es múltiple y retor­cida; comprime y contiene el alimento seco o hú­medo que recibe, haciéndolo apto para ser asimi­lado y digerido; en unos momentos se constriñe y en otros se relaja, presionando y mezclando así todo lo que ha entrado en él, de forma que por medio del abundante calor que él posee y por me­dio de la trituración del alimento, al tiempo que con ayuda de la operación respiratoria, todo es digerido y elaborado como para ser fácilmente dis­tribuido por todo el resto del cuerpo.

 

CAPITULO 55

 

 

Los pulmones, por el contrario, son de una consis­tencia floja y esponjosa, bien preparada para ab­sorber el aire, que ellos inhalan y exhalan contrayéndose y expandiéndose alternativamente, to­mando frecuentes sorbos de este alimento aéreo que es el principal sustento de la vida animal.

 

(137) El jugo alimenticio que el estómago segrega del resto del alimento fluye desde los intestinos al hígado a través de ciertos conductos o canales que llegan hasta el hígado, al que están adheridos, y que conectan las llamadas puertas del hígado con el centro del intestino. Desde el hígado salen dis­tintos canales en diversas direcciones, y a través de estos cae el alimento que deja pasar el hígado. De este alimento se segrega la bilis, y los líquidos que excretan los riñones; el residuo se convierte en sangre y fluye a las mencionadas puertas del hígado, al cual llevan todos sus canales. Fluyendo a través de éstas puertas, el alimento, en este mis­mo punto, se vierte en la llamada "vena cava" o vena hueca y a través de ésta, ya completamente elaborado y digerido ahora, fluye hasta el cora­zón, y desde el corazón es distribuido por todo el cuerpo por medio de un número bastante grande de venas que llegan a todas las partes del cuerpo.

 

(138) No sería difícil indicar la forma en que el residuo del alimento es expulsado por medio de una alterna constricción y relajamiento del intesti­no; sin embargo, hemos de omitir este punto, no sea que mi disertación resulte un tanto molesta. Mejor será que explique este otro ejemplo de la increíble perfección de la obra de la naturaleza. El aire introducido en los pulmones por medio de la respiración es calentado primero por el aliento mismo y luego por su contacto con los pulmones; una parte de él es nuevamente expulsado por el acto de la respiración, y una parte de él es recibido por una cierta parte del corazón llamada ventrículo cardíaco, junto al cual hay otro recipiente semejante a él, al cual fluye la sangre desde el híga­do a través de la "vena cava" mencionada más arriba; y, de esta manera, desde estos órganos, la sangre es difundida a través de las venas y el alien­to a través de las arterias hacia todo el cuerpo. Estos dos grupos de vasos son muy numerosos y están íntimamente entretejidos con los tejidos de todo el cuerpo; ellos dan fe de un extraordinario grado de habilidad y de artesanía divinas.

 

(139) ¿Qué diré de los huesos? Ellos constituyen el esqueleto del cuerpo o su armazón; sus maravi­llosos cartílagos están perfectamente hechos para asegurar la estabilidad, y adaptados para hacer perfectas las articulaciones y para permitir los mo­vimientos y actividades corporales de toda clase. Hay que añadir a esto los nervios o músculos, que mantienen unidas las articulaciones y cuyas ramificaciones se extienden a todo el cuerpo; igual que las venas y las arterias, parten del cora­zón como su punto de origen y se extienden hasta todas las partes del cuerpo.

 

CAPITULO 56

 

(140) Se podrían dar muchos más ejemplos de es­ta sabia y solícita providencia de la naturaleza, para ilustrar la prodigalidad y esplendor de los dones que la naturaleza ha conferido a los hom­bres. En primer lugar, ella los ha levantado del suelo para que se mantuvieran erectos y alzados, de forma que fueran capaces de contemplar el fir­mamento y alcanzar así un conocimiento de los dioses. Los hombres, en efecto, han nacido o bro­tado de la tierra no como sus habitantes o colo­nos, sino para ser como los espectadores de las co­sas superiores y celestes, en cuya contemplación no tiene parte ninguna otra especie animal. En segundo lugar, los sentidos, colocados en la ciudadela de la cabeza como intérpretes y mensajeros del mundo exterior, tanto por su estructura como por su situación están maravillosamente dotados para cumplir con sus funciones necesarias. Pues, los ojos, igual que vigilantes u observadores, están situados en lo más alto, a fin tener el más amplio campo para la realización de su cometido.

 

(141) Las orejas, por su parte, que tienen el come­tido de percibir el sonido, que por naturaleza tiende a subir hacia lo alto, están justamente colocadas en la parte superior del cuerpo. La nariz análogamente está debidamente colocada en lo al­to, puesto que todo olor se dirige hacia arriba, pero también, dado que tiene mucho que ver en la discriminación del alimento y la bebida, no sin ra­zón ha sido colocada en las cercanías de la boca El gusto, cuya función es distinguir los sabores de nuestros diversos manjares, está situado en aquella parte del rostro en que la naturaleza ha practicado una abertura para el paso del alimento y la bebi­da. El sentido del tacto se halla por igual difundido en todo el cuerpo, a fin de capacitarnos para la percepción de toda clase de contactos, incluso los más pequeños impactos del frío y del calor. Y de la misma manera que los arquitectos relegan los vertederos de las casas a la parte posterior, lejos de los ojos y la nariz de los señores, ya que de otra manera serían inevitablemente algo molesto, así también la naturaleza ha desterrado los órga­nos correspondientes del cuerpo lo más lejos posible de la vecindad de los sentidos.

 

CAPÍTULO 57

 

(142) ¿Y qué artífice, fuera de la naturaleza, que no es superada por nada en su astucia o agudeza, podía alcanzar tanta maestría en la construcción de los sentidos?