La civilización romana tuvo un altísimo nivel en ingeniería. Por ello las matemáticas y el álgebra estaba muy desarrollados, aunque no conocían ni el número cero ni los números decimales. A esto habría que añadir que su modelo numérico hacía complicado su uso en sumas, restas u otras operaciones. Precisamente una de las ventajas que trajo la notación decimal fue el hacer la multiplicación mucho más fácil. Sumar CLXXVII a XXIII no parece demasiado complicado, pero multiplicarlos... eso es otra cosa.

Los romanos usaban su propio método para realizar multiplicaciones, que posiblemente descubrieron a base de ir probando (y fallando). Aunque siempre funcionaba, nunca fueron capaces de explicar matemáticamente el porqué.

Si ponemos un ejemplo y realizamos la multiplicación de 177 x 23 tal y como lo harían ellos (el símbolo ‘x’ lo tendré que poner yo), el procedimiento sería (con números romanos, claro):

177     x    

23

88            

46

44            

92

22            

184

11            

368

5              

736

2            

1472

1            

2944

La idea es ir reduciendo sucesivamente a la mitad el primer número (si es un número impar se ignora el resto), a la vez que vamos duplicando el segundo. Ambas operaciones (duplicar y dar la mitad) las hacían muy rápidamente, debido a su frecuente uso, y porque su notación las facilitaba (XXIII > XXXXIIIIII) (os recuerdo que al principio los romanos escribían 4=IIII, 40=XXXX, etc…; la notación del estilo 4=IV fue introducida más adelante). A continuación, y para la segunda columna, se tachan aquellos valores en los que en la primera columna haya un número par.

177     x    

23

 

88

             

46

44

             

92

22

             

184

11              

368

 

5                

736

 

2

               

1472

1                

2944

 

Finalmente se suman, de la segunda columna, los valores que nos han quedado sin tachar:


23 + 368 + 736 + 2944 = 4071


El resultado es correcto