Película divx HOMERO: PDF LA ILÍADA Comics

LA CÓLERA DE AQUILES: TEMA CENTRAL DE LA OBRA

 

Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Orco numerosas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves (cumplíase la voluntad de Zeus) desde que se separaron disputando el Átrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.

Homero, Ilíada,I,1-7

 

AQUILES EN CÓLERA JURA MANTENERSE ALEJADO DE LA LUCHA Película divx

 

El hijo de Peleo, no amainando en su ira, denostó nuevamente al Átrida con injuriosas palabras "¡Borracho, que tienes cara de perro y corazón de ciervo! Jamás te atreviste a tomar  las armas con la gente del pueblo para combatir, ni a ponerte en emboscada con los más valientes aqueos: ambas cosas te parecen la muerte. Es, sin duda, mucho mejor arrebatar los dones, en el vasto campamento de los aqueos, a quien te contradiga. Rey devorador de tu pueblo, porque mandas a hombres abyectos...; en otro caso, Átrida, éste fuera tu último ultraje. Otra cosa voy a decirte y sobre ella prestaré un gran juramento: Si, por este cetro, que ya no producirá hojas y ramos, pues dejó el tronco en la montaña; ni reverdecerá porque el bronce lo despojó de las hojas y de la corteza, y ahora lo empuñan los aqueos que administran justicia y guardan las leyes de Zeus (grande será para ti este juramento). Algún día los aquivos todos echarán de menos a Aquiles y tú, aunque te aflijas, no podrás socorrerles cuando sucumban y perezcan a manos de Héctor, matador de hombres. Entonces, desgarrarás tu corazón, pesaroso por no haber honrado al mejor de los aqueos".

Homero, Ilíada,I,223-244

 

ZEUS PARA VENGAR A AQUILES HARÁ QUE LOS GRIEGOS SUFRAN DESCALABROS

 

Zeus, que amontona las nubes, respondió afligidísimo: "¡Funestas acciones! Pues harás que me malquiste con Hera cuando me zahiera con injuriosas palabras. Sin motivo me riñe siempre ante los inmortales dioses, porque dice que en las batallas favorezco a los teucros. Pero ahora vete, no sea que Hera advierta algo; yo me cuidaré de que esto se cumpla. Y si lo deseas te haré con la cabeza la señal de asentimiento para que tengas confianza. Éste es el signo más seguro, irrevocable y veraz  para los inmortales; y no deja de efectuarse aquello a que asiento con la cabeza". Dijo el saturnio, y bajó las negras cejas en señal de asentimiento; los divinos cabellos se agitaron en la cabeza del soberano inmortal y a su influjo se estremeció el ancho Olimpo.

Homero, Ilíada,I,517-530

                                                                          

INVOCACIÓN A LAS MUSAS (catálogo de las naves) Película divx - Película divx

 

Decidme ahora, Musas, que poseéis olímpicos palacios y como diosas lo presenciáis y conocéis todo, mientras que nosotros oímos tan sólo la fama y nada cierto sabemos, cuáles eran los caudillos y príncipes de los dánaos. A la muchedumbre no podía enumerarla ni nombrarla, aunque tuviera diez lenguas, diez bocas, voz infatigable y corazón de bronce: sólo las Musas olímpicas, hijas de Zeus, que lleva la égida, podrían decir cuántos a Ilión fueron. Pero mencionaré los caudillos y las naves todas.

Homero, Ilíada,II,484-493

 

DESCRIPCIÓN DEL CONTINGENTE DE MICENAS Película divx

 

Los que poseían la bien construida ciudad de Micenas, la opulenta Corinto y la bien edificada Cleonas; los que cultivaban la tierra en Ornías, Aretirea y Sición, donde antiguamente reinó Adrasto; los que residían en Hiperesia y Gonoesa excelsa, y los que habitaban en Pelene, Egio, el Egíalo todo y la espaciosa Hélice; todos estos habían llegado en cien naves a las órdenes del rey Agamenón Átrida. Muchos y valientes varones condujo este príncipe, que entonces vestía el luciente bronce, ufano de sobresalir entre los héroes por su valor y por mandar a mayor número de hombres.

Homero, Ilíada,II,569-580

 

MENELAO ALCANZA A PARIS Y LE ARRASTRA, PERO ÉSTE, PROTEGIDO POR AFRODITA, ES TRASLADADO A LOS APOSENTOS DE HELENA

 

Se encontraron aquellos en medio del campo y se detuvieron blandiendo las lanzas y mostrando el odio que recíprocamente se tenían. Paris arrojó el primero la larga lanza y dio un bote en el liso escudo del Átrida, sin que rompiera el bronce: la punta se rompió al chocar contra el fuerte escudo. Y Menelao Átrida, disponiéndose a acometer con la suya, oró al padre Zeus:

 

"Zeus soberano, permíteme castigar al divino Paris, que me ofendió primero, y hazle sucumbir a mis manos, para que los hombres en  un futuro teman ultrajar a aquel que les da hospitalidad y les ofrece su amistad".

 

Dijo, y blandiendo la larga lanza, acertó a dar en el escudo liso del Priámida. La enorme lanza atravesó el terso escudo, se clavó en la labrada coraza y rasgó la túnica sobre el ijar. El troyano se inclinó y evitó la negra muerte. Entonces el Átrida desenvainó la espada guarnecida de clavos plateados; pero al herir al enemigo en la cimera del casco, se le cae de la mano, rota en tres o cuatro pedazos... Y arremetiendo a Paris, lo coge por el casco adornado con espesas crines de caballo y lo arrastra hacia los aqueos de hermosas grebas, medio ahogado por la bordada correa, que, atada por debajo de la barba para asegurar el casco, le apretaba el delicado cuello. Y se lo hubiera llevado, consiguiendo inmensa gloria, si al punto no lo hubiese advertido Afrodita, hija de Zeus, que rompió la correa, hecha del cuero de un buey degollado: el casco vacío siguió a la robusta mano, el héroe lo volteó y lo arrojó a los aqueos, de hermosas grebas, y sus fieles compañeros lo recogieron. De nuevo asaltó Menelao a Paris para matarlo con la broncínea lanza, pero Afrodita arrebató a su hijo con gran facilidad, por ser diosa, y lo llevó, envuelto en densa niebla, al oloroso y perfumado tálamo. Luego fue a llamar a Helena, hallándola en la alta torre con muchas troyanas.

Homero, Ilíada,III,344-384

 

DESCRIPCIONES DE LUCHA Película divx

 

Al volverse para huir, le envasó la pica en la espalda, entre los hombros, y la punta salió por el pecho. Cayó el guerrero con estrépito y sus armas resonaron.

Homero, Ilíada,V,40-42

 

Tuvo que huir, y el Átrida Menelao, famoso por su lanza, le dio un picazo en la espalda, entre los hombros, que le atravesó el pecho. Cayó de bruces y sus armas resonaron.

Homero, Ilíada,V,56-58

 

Meriones, cuando alcanzó a aquel, le hundió la pica en la nalga derecha; y la punta, pasando por debajo del hueso y cerca de la vejiga, salió al otro lado. El guerrero cayó de hinojos, gimiendo, y la muerte lo envolvió.

Homero, Ilíada,V,65-68

 

El hijo de Fileo, famoso por su pica, fue a clavarle en la nuca la puntiaguda lanza y el hierro cortó la lengua y asomó por los dientes del guerrero. Pedeo cayó en el polvo y mordía el frío bronce.

Homero, Ilíada,V,72-75

 

El cual, poniendo mano a la espada, de un tajo en el hombro le cercenó el robusto brazo, que ensangrentado cayó al suelo.

Homero, Ilíada,V,80-82

 

Dijo y le arrojó la lanza, que, dirigida por Minerva a la nariz junto al ojo, atravesó los blancos dientes: el duro bronce cortó la punta de la lengua y apareció por debajo de la barba. Pándaro cayó del carro, sus lucientes y labradas armas resonaron, se espantaron los corceles de ágiles pies y allí acabaron la vida y el valor del guerrero.

Homero, Ilíada,V,290-296

 

HÉCTOR Y ANDRÓMACA: SE PRESIENTE LA MUERTE DE ÉSTE

Hija de éste era, pues, la esposa de Héctor, de broncínea armadura, que entonces le salió al camino. La acompañaba una doncella llevando en brazos al tierno infante, hijo amado de Héctor, hermoso como una estrella, a quien su padre llamaba Escamandrio y los demás Astianacte, porque sólo por Héctor se salvaba Ilión. Vio el héroe al niño y sonrió silenciosamente. Andrómaca, llorosa se detuvo a su lado y, cogiéndole la mano, le dijo:

 

¡Desgraciado! Tu valor te perderá. No te apiadas del tierno niño ni de mí, infortunada, que pronto seré viuda; pues los aqueos te acometerán todos a una y acabarán contigo. Preferible sería que, al perderte, la tierra me tragara, porque si mueres no habrá consuelo para mí, sino calamidades; que ya no tengo padre ni venerable madre... Pues a todos los mató el divino Aquiles, el de los pies ligeros, entre los bueyes de tornátiles patas y las cándidas ovejas. A mi madre, que reinaba al pie del selvoso Placo, aquel la trajo con el botín y la puso en libertad por un inmenso rescate; pero Artemis, que se complace en tirar flechas, la hirió en el palacio de mi padre. Héctor, ahora tú eres mi padre, mi venerable madre y mi hermano; tú, mi floreciente esposo. Pues, ea, sé compasivo, quédate en la torre... "

 

Contestó el gran Héctor, de tremolante casco: "Todo esto me preocupa, mujer, pero mucho me sonrojaría ante los troyanos y las troyanas de rozagantes peplos si como un cobarde huyera del combate; y tampoco mi corazón me incita a ello, que siempre sepa ser valiente y pelear en primera fila, manteniendo la inmensa gloria de mi padre y de mí mismo. Bien lo conoce mi inteligencia y lo presiente mi corazón: día vendrá en que perezcan la sagrada Ilión, Príamo y su pueblo armado con lanzas de fresno...".

 

Dichas estas palabras, el preclaro Héctor se puso el yelmo adornado con crines de caballo, y la esposa amada regresó a su casa, volviendo la cabeza de cuando en cuando y vertiendo copiosas lágrimas.

Homero, Ilíada,VI,399-496

 

ZEUS PROHÍBE A LOS DIOSES INTERVENIR EN LA LUCHA

 

La Aurora, de azafranado velo, se esparcía por toda la tierra, cuando Zeus, que se complace en lanzar rayos, reunió la asamblea de dioses en la más alta de las muchas cumbres del Olimpo. Y así les habló, mientras ellos atentamente le escuchaban:

 

¡Oídme todos, dioses y diosas, para que os manifieste lo que en el pecho me dicta mi corazón! Ninguno de vosotros, sea varón o hembra, se atreverá a transgredir mi mandato; antes bien, asentid todos, a fin de que cuanto antes lleve a cabo cuanto me propongo. El dios que intente separarse de los demás y socorrer a los teucros o a los dánaos, volverá, como yo lo vea, afrentosamente al Olimpo; o cogiéndolo, lo arrojaré al tenebroso Tártaro, muy lejos, en lo más profundo del báratro debajo de la tierra... y conocerá en seguida cuánto aventaja mi poder al de las demás deidades. Y si queréis, haced esta prueba, oh, dioses, para que os convenzáis. Suspended del cielo una cadena dorada, cogeos todos, dioses y diosas, de ella, y no os será posible arrastrar a Zeus, árbitro supremo, del cielo a la tierra, por mucho que os canséis; pero si yo me propusiese tirar de aquélla, os levantaría con la tierra y el mar, ataría un cabo de la cadena en la cumbre del Olimpo y todo quedaría en el aire. Tan superior soy a los dioses y a los hombres". Así habló y todos callaron.

Homero, Ilíada,VIII,1-28

 

NEGATIVA DE AQUILES A REINTEGRARSE A LA LUCHA

 

"Preciso es que os manifieste lo que pienso hacer para que dejéis de importunarme unos por un lado y otros por el opuesto. Me es tan odioso como las puertas del Orco quien piensa una cosa y manifiesta otra. Diré, pues, lo que me parece mejor. Creo que ni el Átrida Agamenón ni los dánaos lograrán convencerme, ya que para nada se agradece el combatir siempre y sin descanso contra el enemigo. La misma recompensa obtiene el que se queda en su tienda que el que pelea con valor; en igual consideración son tenidos el cobarde y el valiente, y así muere el holgazán como el trabajador. Ninguna ventaja me ha proporcionado sufrir tantos pesares y exponer mi vida en el combate... Conquisté doce ciudades por mar y once por tierra en la fértil región troyana; de todas saqué abundantes y preciosos botines, que di al Átrida, y éste, que se quedaba en las veleras naves, los recibió, repartió unos pocos y se guardó los restantes... Y a mí me quitó la dulce esposa y la retiene aún: que goce durmiendo con él.

Homero, Ilíada,IX,309-345

 

UN MAL PRESAGIO PARA LOS TROYANOS

 

Pero se detuvieron indecisos en la orilla del foso, cuando ya se disponían a atravesarlo, por haber aparecido encima de ellos y a su derecha un ave agorera: un águila de alto vuelo, llevando en las garras una enorme serpiente sangrienta, viva palpitante, que no había olvidado la lucha, pues encorvándose hacia atrás, la hirió en el pecho, cerca del cuello. El águila, penetrada de dolor, dejó caer la serpiente en medio de la muchedumbre y, chillando, voló con la rapidez del viento. Los teucros se estremecieron al ver la manchada sierpe, prodigio de Zeus, que lleva la égida.

Homero,Ilíada,XII,199-209

                                                                          

HÉCTOR MATA A PATROCLO Película divx

 

Cuando Héctor advirtió que el magnánimo Patroclo se alejaba y que lo habían herido con el agudo bronce, le persiguió, por entre las filas, y le incrustó la lanza en la parte inferior del vientre, que el hierro pasó de parte a parte, y el héroe cayó con estrépito, causando gran aflicción al ejército aqueo. Como el león acosa en la lucha al indómito jabalí cuando ambos pelean arrogantes en la cima de un monte por un escaso manantial donde quieren beber, y el león vence con su fuerza al jabalí, que respira anhelante; así Héctor Priámida privó de la vida, hiriéndole con la lanza, al esforzado hijo de Menetio, que a tantos había dado muerte.

Homero,Ilíada,XVI,818-828

 

PATROCLO MUERE

 

Apenas acabó de hablar, la muerte le cubrió con su manto: el alma voló de los miembros y descendió al Orco, llorando su muerte porque dejaba un vigoroso y joven cuerpo.

Homero,Ilíada,XVI,855-858

                                                                          

LOS CABALLOS DE AQUILES LLORAN LA MUERTE DE PATROCLO

 

Los corceles de Aquiles lloraban, fuera del campo de la batalla, desde que supieron que su auriga había sido postrado en el polvo por Héctor, matador de hombres. Por más que Automedonte, hijo valiente de Diores, los aguijaba con el flexible látigo y les dirigía palabras, ya suaves, ya amenazadoras, ni querían volver atrás, a las naves y al vasto Helesponto, ni encaminarse hacia los aqueos que estaban peleando. Como la columna se mantiene firme sobre el túmulo de un varón difunto o de una matrona, tan inmóviles permanecían aquéllos con el magnífico carro. Inclinaban la cabeza al suelo; de sus párpados se desprendían ardientes lágrimas con que lloraban la pérdida del auriga, y las lozanas crines estaban manchadas y caídas a ambos lados del yugo.

Homero,Ilíada,XVII,426-441

                                                                          

LLANTO Y DESESPERACIÓN DE AQUILES POR PATROCLO

 

El héroe cogió ceniza con ambas manos y, derramándola sobre su cabeza, afeó su gracioso rostro y manchó su túnica divina; después se tendió en el polvo, ocupando un gran espacio, y con las manos se arrancaba los cabellos. Las esclavas que Aquiles y Patroclo cautivaran, salieron afligidas y, dando agudos gritos, rodearon a Aquiles. Todas se golpeaban el pecho y sentían desfallecer sus miembros. Antíloco también se lamentaba, vertía lágrimas y tenía de las manos a Aquiles, cuyo gran corazón se deshacía en suspiros, por temor a que se cortase la garganta con el hierro. Dio Aquiles un horrendo gemido.

Homero,Ilíada,XVIII,23-35

 

DESCRIPCIÓN DEL ESCUDO DE AQUILES

 

Hizo lo primero de todo un escudo grande y fuerte, de variada labor, con triple cenefa brillante y reluciente, provisto de una abrazadera de plata. Cinco capas tenía el escudo y en la superior grabó el dios muchas y artísticas figuras, con sabia inteligencia.

 

Allí puso la tierra, el cielo, el mar, el sol infatigable y la luna llena; allí, las estrellas que el cielo coronan, las Pléyades, las Híades, el robusto Orión y la Osa, llamada por sobrenombre el Carro, la cual gira siempre en el mismo sitio, mira a Orión y es la única que deja de bañarse en el Océano.

 

Allí representó también dos ciudades de hombres dotados de palabra. En una se celebraban bodas y festines: las novias salían de sus habitaciones y eran acompañadas por la ciudad a la luz de antorchas encendidas, se oían repetidos cantos de himeneo, jóvenes danzantes formaban ruedos, dentro de los cuales sonaban flautas y cítaras, y las matronas admiraban el espectáculo desde los vestíbulos de las casas. Los hombres estaban reunidos en el foro, pues se había suscitado una contienda entre dos varones acerca de la multa que debía pagarse por un homicidio: uno, declarando ante el pueblo, afirmaba que ya la tenía satisfecha: el otro negaba haberla recibido, y ambos deseaban terminar el pleito presentando testigos. El pueblo se hallaba dividido en dos bandos que aplaudían sucesivamente a cada litigante; los heraldos aquietaban a la muchedumbre y los ancianos, sentados sobre pulimentadas piedras en sagrado círculo, tenían en las manos los cetros de los heraldos, de voz potente, y, levantándose uno tras otro comunicaban la opinión que habían formado. En el centro estaban los dos talentos de oro que debían darse al que mejor demostrara la justicia de su causa.

 

La otra ciudad aparecía cercada por dos ejércitos cuyos individuos, revestidos de lucientes armaduras, no estaban acordes: unos deseaban arruinar la plaza y los otros querían dividir en dos partes cuantas riquezas encerraba la hermosa población. Pero los ciudadanos aún no se rendían y preparaban secretamente una emboscada. mujeres, niños y ancianos, subidos a la muralla, la defendían. Los sitiados marchaban llevando al frente a Ares y a Palas Atenea, ambos de oro y con aúreas vestiduras, hermosos, grandes, armados y distinguidos, como dioses; pues los hombres eran de estatura menor. Luego, en el lugar escogido para la emboscada, que era a orillas de un río y cerca de un abrevadero que utilizaba todo el ganado, se sentaban, cubiertos de reluciente bronce, y ponían a los centinelas avanzados para que les avisaran de la llegada de las ovejas y de los bueyes de retorcidos cuernos. Pronto se representaban los rebaños con dos pastores que se recreaban buscando la zampoña, sin presentir la emboscada. Cuando los emboscados los veían venir, corrían a su encuentro, se apoderaban de los rebaños de bueyes y de los magníficos hatos de blancas ovejas y mataban a los guardianes. Los sitiadores, que se hallaban reunidos en junta, oían el vocerío que se alzaba en torno a los bueyes y montando ágiles corceles acudían presurosos. Pronto se trababa a orillas del río una batalla, en la que se herían unos a otros con broncíneas lanzas. Allí se agitaban la Discordia, el Tumulto y la funesta Parca, que cogía a la vez a un guerrero con vida aún, pero recientemente herido, dejaba ileso a otro y arrastraba, cogiéndolo de los pies, a un tercero que había recibido la muerte por el campo de batalla; y el ropaje que cubría su espalda estaba teñido de sangre humana. Todos se movían como hombres vivos, peleaban y retiraban los muertos.

 

Representó también una blanda tierra noval, un campo fértil y vasto que se labraba por tercera vez: acá y allá muchos labradores guiaban las yuntas y, al llegar al confín del campo, un hombre les salía al encuentro y les daba una copa de dulce vino, volviendo ellos atrás, abriendo nuevos surcos y deseando llegar al otro extremo del noval profundo. Y la tierra que dejaban a su espalda negreaba y parecía labrada, siendo toda de oro, lo cual constituía una singular maravilla.

 

Grabó asimismo un campo de crecidas mieses que los jóvenes segaban con hoces afiladas: muchos manojos caían al suelo a lo largo del surco y con ellos formaban gavillas los atadores. Tres eran éstos y unos rapaces cogían los manojos y se los llevaban abrazados.  En medio, de pie en un surco, estaba el rey sin desplegar los labios, con el corazón alegre y el corazón en la mano. Debajo de una encina, los heraldos preparaban para el banquete un corpulento buey que habían matado. Y las mujeres aparejaban la comida de los trabajadores, haciendo abundantes puches de blanca harina.

 

También entalló una hermosa viña de oro cuyas cepas, cargadas de negros racimos, estaban sostenidas por rodrigones de plata. La rodeaban un foso de negruzco acero y un seto de estaño y conducía a ella un solo camino por donde pasaban los acarreadores ocupados en la vendimia. Doncellas y muchachos, pensando en cosas tiernas, llevaban el dulce fruto en cestos de mimbre; un muchacho tañía suavemente la armoniosa cítara y entonaba con tenue voz un hermoso himno y todos le acompañaban cantando, profiriendo voces de júbilo y golpeando con los pies el suelo.

 

Representó luego un rebaño de vacas de erguida cornamenta: los animales eran de oro y de estaño y salían del establo mugiendo, para pastar a orillas de un sonoro río, junto a un flexible cañaveral. Cuatro pastores de oro guiaban a las vacas y nueve perros de pies ligeros los seguían. entre las primeras vacas, dos terribles leones habían sujetado a un toro que daba fuertes mugidos. Los perseguían muchachos y perros. Pero los leones lograban desgarrar la piel del animal y tragaban los intestinos y la negra sangre, mientras los pastores intentaban, aunque inútilmente, estorbarlo y azuzaban a los ágiles perros: éstos se apartaban de los leones sin morderlos, ladraban desde cerca y rehuían el encuentro de las fieras.

 

Hizo también el ilustre Cojo de ambos pies un gran prado en fermoso valle, donde pacían las cándidas ovejas, con establos, chozas techadas y apriscos.

 

El ilustre Cojo de ambos pies puso luego una danza como la que Dédalo concertó en la vasta Cnosos en obsequio de Ariadna, la e lindas trenzas. Muchachos y doncellas hermosas, cogidos de las manos, se divertían bailando: éstas llevaban vestidos de sutil lino y bonitas guirnaldas, y aquéllos, túnicas bien tejidas y algo lustrosas, como frotadas con aceite, y sables de oro suspendidos de argénteos tahalíes. Unas veces, moviendo los diestros pies, daban vueltas a la redonda con la misma facilidad con que el alfarero aplica su mano al torno y lo prueba para ver si corre, y en otras ocasiones se colocaban por hileras y bailaban separadamente. Gentío inmenso rodeaba y se holgaba en contemplarlo. Un divino aedo cantaba, acompañándose con la cítara y, en cuanto se oía el preludio, dos saltadores hacían cabriolas en medio de la muchedumbre. En la orla del sólido escudo representó la poderosa corriente del río Océano.

Homero,Ilíada,XVIII,478-608

                                                                          

AQUILES ANUNCIA QUE DEPONE SU IRA

 

Cuando todos los aqueos se hubieron congregado, levantándose entre ellos, dijo Aquiles, el de los pies ligeros: "¡Átrida! Mejor hubiera sido para ambos continuar unidos que sostener, con el corazón angustiado, esta disputa roedora por una muchacha. Así la hubiese matado Artemis en las naves con una de sus flechas el mismo día que la cautivé al tomar a Lirneso; y no habrían mordido el anchuroso suelo tantos aquivos como sucumbieron a manos del enemigo mientras duró mi cólera. El beneficio fue para Héctor y los troyanos y me figuro que los aqueos se acordarán largo tiempo de nuestro altercado. Pero dejemos el pasado, aunque nos encontremos afligidos, puesto que es preciso refrenar el furor del pecho. Desde ahora depongo la cólera, que no sería razonable estar siempre irritado...". Así habló y los aqueos, de hermosas grebas, se holgaron de que el magnánimo Pélida renunciara a la cólera.

Homero,Ilíada,XIX,54-75

 

ZEUS CONVOCA UNA ASAMBLEA: LOS DIOSES PUEDEN INTERVENIR EN LA GUERRA

 

Le respondió Zeus, que amontona las nubes: "Comprendiste, Poseidón, que bates la tierra, el designio que encierra mi pecho y por el cual os he reunido. Me curo de ellos, aunque van a perecer. Yo me quedaré sentado en la cumbre del Olimpo y recrearé mi espíritu observando la batalla; y los demás idos hacia los teucros y los aqueos, y cada uno auxilie a los que quiera. Pues si Aquiles, el de los pies ligeros, combatiese solo con los teucros, éstos no resistirían ni un instante la acometida del hijo de Peleo. Ya antes huían espantados al verle y temo que ahora, que tan enfurecido tiene el ánimo por la muerte de su compañero, destruya el  muro de Troya contra la decisión del hado".

Homero,Ilíada,XX,19-30

                                                                          

EJEMPLO DE INTERVENCIÓN DE DIOSES EN LA BATALLA

 

Y los teucros se espantaron y un fuerte temblor les ocupó los miembros, tan pronto como vieron al Pélida, ligero de pies, que con su reluciente armadura semejaba al dios Ares, funesto a los mortales. Pero así que las olímpicas deidades penetraron por entre la muchedumbre de los guerreros, se levantó la terrible Discordia, que enardece a los varones; Atenea daba fuertes gritos, unas veces a orillas del foso cavado al pie del muro, y otras en los altos y sonoros promontorios; y Ares, que parecía un negro torbellino, vociferaba también y animaba vivamente a los teucros, ya desde el punto más alto de la ciudad ya corriendo por la llamada Colina hermosa, a orillas del Simois.

Homero,Ilíada,XX,43-53

                                                                          

POSEIDÓN DECIDE SACAR A ENEAS DE LA BATALLA Película divx

 

"¡Oh dioses! Me causa pesar el magnánimo Eneas, que pronto, sucumbiendo a manos del Pélida, descenderá al Orco por haber obedecido las palabras del flechador Apolo. ¡Insensato! El dios no te librará de la triste muerte. Pero, ¿por qué ha de padecer, sin ser culpable, las penas que otros merecen, habiendo ofrecido siempre gratos presentes a los dioses, que habitan el anchuroso cielo? Ea, librémosle de la muerte, no sea que Zeus se enoje si Aquiles lo mata, pues el destino quiere que se salve a fin de que no perezca ni se extinga el linaje de Dárdano, que fue amado por el Saturnio con preferencia a los demás hijos que tuvo de mujeres mortales. Ya Zeus aborrece a los descendientes de Príamo; pero el fuerte Eneas reinará sobre los troyanos y luego los hijos de sus hijos que sucesivamente nazcan".

Homero,Ilíada,XX,293-308

 

"¡Eneas! ¿Cuál de los dioses te ha ordenado que cometieras la locura de luchar cuerpo a cuerpo con el animoso Pélida, que es más fuerte que tú y mas caro a los inmortales? Retírate cuantas veces lo encuentres, no sea que haga descender a la morada de Plutón antes de los dispuesto por el hado. Pero cuando Aquiles haya muerte, por haberse cumplido su destino, pelea confiadamente entre los combatientes delanteros, que no te matará ningún otro aquivo".          

Homero,Ilíada,XX,332-339

 

MUERTE DE HÉCTOR Película divx - Película divx

 

Con lánguida voz le respondió Héctor, el de tremolante casco: "Te lo ruego por tu alma, por tus rodillas y por tus padres: ¡No permitas que los perros me  despedacen y devoren junto a las naves aqueas! Acepta el bronce y el oro que en abundancia te darán mi padre y mi venerada madre y entrega a los míos el cadáver para que lo lleven a mi casa y los troyanos y sus esposas lo pongan en la pira."

 

Mirándole con torva mirada, le contestó Aquiles, el de los pies ligeros: "No me supliques, ¡perro!, por mis rodillas ni por mis padres. Ojalá el furor y el coraje me incitaran a cortar tus carnes y a comérmelas crudas. ¡Tales agravios me has inferido! ¡Nadie podrá apartar de tu cabeza a los perros aunque me den diez o veinte veces el debido rescate y me prometan más, aunque Príamo Dardánida ordene redimirte a peso de oro; ni aun así, la veneranda madre que te dio a luz te pondrá en un lecho para llorarte, sino que los perros y las aves de rapiña destrozarán tu cuerpo".

 

Contestó, ya moribundo, Héctor, el de tremolante casco: "Bien te conozco y no era posible que te persuadiese, porque tienes en el pecho un corazón de hierro. Guárdate de que atraiga sobre ti la cólera de los dioses, el día en que Paris y Febo Apolo te harán perecer, no obstante tu valor, en las puertas Esceas".

 

Apenas acabó de hablar, la muerte le cubrió con su manto: el alma voló de los miembros y descendió al Orco, llorando su suerte, porque dejaba un cuerpo vigoroso y joven.

Homero,Ilíada,XXII,336-363

 

AQUILES ARRASTRA EL CADÁVER DE HÉCTOR

 

Dijo, y para tratar ignominiosamente al divino Héctor le horadó los tendones de detrás de ambos pies desde el tobillo hasta el talón; introdujo correas de piel de buey y le ató al carro, de modo que la cabeza fuese arrastrando; luego, recogiendo la magnífica armadura, subió y picó a los caballos para que arrancaran, y éstos volaron gozosos. Gran polvareda levantaba el cadáver mientras era arrastrado: la negra cabellera se esparcía por el suelo y la cabeza, antes tan graciosa, se hundía en el polvo, porque Zeus la entregó entonces a los enemigos para que allí, en su misma patria, la ultrajaran. Así la cabeza de Héctor se manchaba de polvo.

Homero,Ilíada,XXII,395-405

 

LLANTO Y LAMENTOS DE ANDRÓMACA

 

"¡Héctor! ¡Ay de mí, infeliz! Ambos nacimos con la misma suerte... Ahora tú desciendes a la mansión del Orco, en el seno de la tierra, y me dejas en el palacio viuda y sumida en triste duelo. Y el hijo, aún infante, que engendramos tú y yo infortunados... Ni tú serás su amparo, Héctor, pues has muerto, ni él el tuyo... El mismo día en que un niño queda huérfano, pierde todos los amigos, y en adelante va cabizbajo y con las mejillas bañadas en lágrimas... Y volverá a su madre viuda, llorando, el joven Astianacte, que en otro tiempo, sentado en las rodillas de su padre, sólo comía médula y grasa pingüe de ovejas, y cuando se cansaba de jugar y se entregaba al sueño, dormía en blanda cama, en brazos de una nodriza, con el corazón lleno de gozo; pero ahora que ha muerto su padre, mucho tendrá que padecer Astianacte... Y a ti, cuando los perros te hayan despedazado, los movedizos gusanos te comerán desnudo, junto a las corvas naves; habiendo en el palacio vestiduras finas y hermosas, que las esclavas hicieron con sus manos...". Tal dijo, llorando, y las mujeres gimieron.

Homero,Ilíada,XXII,477-515

 

PIRA DE PATROCLO: OFRENDAS Y SACRIFICIOS DE CABALLOS, PERROS Y JÓVENES TROYANOS

 

Cuando llegaron al lugar que Aquiles les señaló, dejaron el cadáver en el suelo, y en seguida amontonaron abundante leña. Entonces, el divino Aquiles, el de los pies ligeros: tuvo otra idea: separándose de la pira, se cortó la rubia cabellera, que conservaba espléndida para ofrecerla al río Esperquio y exclamó, apenado, fijando los ojos en el vinoso ponto:

 

¡Oh Esperquio! En vano mi padre Peleo te hizo el voto de que yo, al volver a la tierra patria, me cortaría la cabellera en tu honor... Tal voto te hizo el anciano, pero tú no has cumplido su deseo. Y ahora, como no he de volver a la tierra patria, daré mi cabellera al héroe Patroclo para que se la lleve consigo".

 

Dicho esto, puso la cabellera en manos del amigo y a todos les sobrevino el deseo de llorar. Y, entregados al llanto los hubiera dejado el sol al ponerse, si Aquiles no se hubiese acercado a Agamenón, para hablarle: "Átrida, ... de lo que resta nos cuidaremos nosotros a quienes corresponde de un modo especial honrar al muerto. Quédense tan sólo los caudillos".

 

Al oírlo, el rey de los hombres Agamenón despidió a la gente para que volviera a las naves bien proporcionadas, y los que cuidaban del funeral amontonaron leña, levantaron una pira de cien pies por lado, y con el corazón afligido, pusieron en ella el cuerpo de Patroclo. Delante de la pira mataron y desollaron muchas pingües ovejas y bueyes de tornátiles pies y curvas astas; y el magnánimo Aquiles tomó  la grasa de aquéllas y de éstos, cubrió con la misma el cadáver de pies a cabeza y hacinó alrededor los cuerpos desollados. Llevó también a la pira dos ánforas, llenas respectivamente de miel y aceite, y las abocó al lecho; y exhalando profundos suspiros, arrojó a la hoguera cuatro corceles de erguido cuello. Nueve perros tenía el rey que se alimentaban de su mesa y, degollando a dos, los echó igualmente en la pira. Le siguieron doce hijos valientes de troyanos ilustres, a quienes mató con el bronce, pues el héroe meditaba en su corazón acciones crueles. Y entregando la pira a la violencia indomable del fuego para que la devorara, gimió y nombró al amado compañero.

Homero,Ilíada,XXIII,138-178

 

JUEGOS EN HONOR DE PATROCLO: EXPOSICIÓN DE PREMIOS PARA LOS VENCEDORES

 

Y, erigido el túmulo, volvieron a su sitio. Aquiles detuvo al pueblo y le hizo sentar, formando un gran circo; y al momento sacó de las naves, para premios de los que vencieran en los juegos calderas, trípodes, caballos, mulos , bueyes de robusta cabeza, mujeres de hermosa cintura, y luciente hierro.

 

Empezó por exponer los premios destinados a los veloces aurigas: el que primero llegara se llevaría una mujer diestra en primorosas labores y un trípode con asas, de 22 medidas; para el segundo ofreció una yegua de seis años, indómita, que llevaba en su vientre un feto de mulo; para el tercero, una hermosa caldera no puesta al fuego y luciente aún, cuya capacidad era de cuatro medidas; para el cuarto dos talentos de oro; y para el quinto, un vaso de dos asas que la llama no había tocado todavía.

Homero,Ilíada,XXIII,256-271

 

CARRERA DE CARROS

 

Todos a un tiempo levantaron el látigo, lo dejaron caer sobre los caballos y los animaron con ardientes voces. Y éstos, alejándose de las naves, corrían por la llanura con suma rapidez: la polvareda que levantaban les envolvía el pecho como una nube o un torbellino y las crines ondeaban al soplo del viento. Los carros, unas veces tocaban el fértil suelo y otras daban saltos en el aire; los aurigas permanecían en las sillas con el corazón palpitante por el deseo de victoria; cada cual animaba a sus corceles, y éstos volaban, levantando polvo, por la llanura.

 

Pero, cuando los veloces caballos llegaron a la segunda mitad de la carrera y ya volvían hacia el espumoso mar, entonces se mostró la pericia de cada conductor, pues todos aquellos comenzaron a galopar. Venían delante las yeguas de pies ligeros de Eumelo Feretíada. Le seguían los caballos de Diomedes, procedentes de los de Tros; y estaban tan cerca del primer carro, que parecía que iban a subir en él: con su aliento calentaban la espalda y anchos hombros de Eumelo y volaban poniendo la cabeza sobre él mismo. Diomedes lo hubiera adelantado o por lo menos hubiera conseguido que la victoria fuese indecisa, si Febo Apolo, que estaba irritado con el hijo de Tideo, no le hubiese hecho caer el lustroso látigo. Se afligió el héroe y las lágrimas humedecieron sus ojos al ver que las yeguas corrían más que antes y en cambio sus caballos aflojaban, porque ya no sentían el azote. No le pasó inadvertido a Atenea que Apolo jugara esta treta al Tídida y, corriendo hacia el pastor de hombres, le devolvió el látigo, a la vez que daba nuevos bríos a sus caballos. Y la diosa, irritada, se encaminó al momento hacia el hijo de Admeto y le rompió el yugo: cada legua se fue por su lado, fuera del camino, el timón cayó a la tierra y el héroe vino al suelo, junto a una rueda. Se hirió en los codos, boca y narices, se rompió la frente por encima de las cejas, se le arrasaron los ojos de lágrimas y la voz, vigorosa y sonora, se le cortó. El Tídida guió los solípedos caballos, desviándolos un poco, y se adelantó un gran espacio a todos los demás, porque Atenea vigorizó sus corceles y le concedió a él la gloria del triunfo. Le seguía el rubio Menelao Átrida e inmediato a él iba Antíloco, que animaba a los caballos de su padre...

 

Pronto el belicoso Antíloco alcanzó a descubrir el punto más estrecho del camino (había allí una hendidura de la tierra, producida por el agua estancada del invierno, la cual robó parte de la senda y cavó el suelo), y por aquel sitio guiaba Menelao sus corceles, procurando evitar el choque con los demás carros. Pero Antíloco, torciendo la rienda a sus caballos, sacó el caro fuera del camino y por un lado y de cerca seguía a Menelao...

 

Las yeguas del Átrida cejaron y él mismo, voluntariamente, dejó de avivarlas: no fuera que los solípedos caballos, tropezando los unos con los otros, volcaran los fuertes carros y ellos cayeran en el polvo por el anhelo de alcanzar la victoria...

 

Los argivos, sentados en el circo, no quitaban los ojos de los caballos y éstos volaban, levantando polvo por la llanura...

 

Cuando Diomedes llegó al circo, detuvo el luciente carro. Copioso sudor corría de la cerviz del pecho de los bridones hasta el suelo y el héroe, saltando a tierra, dejó el látigo colgado del yugo... Después de Diomedes llegó Antíloco, descendiente de Neleo, el cual se había anticipado a Menelao por haber usado de fraude y no por la mayor ligereza de su carro; pero así y todo Menelao guiaba muy cerca de él los veloces caballos... Y si la carrera hubiese sido más larga, el Átrida lo habría adelantado, sin dejar dudosa la victoria... Se presentó, por último, el hijo de Admeto, tirando de su hermoso carro y conduciendo por delante los caballos.

Homero,Ilíada,XXIII,362-535

 

PUGILATO

 

"¡Átrida y demás aqueos de hermosas grebas! Invitemos a los dos varones que sean más diestros a que levanten los brazos y combatan a puñetazos por estos premios. Aquel a quien Apolo conceda la victoria, reconociéndolo asó todos los aqueos, conduzca a su tienda la mula sufridora del trabajo; el vencido se llevará la copa doble."...

 

Le ató el cinturón y le dio unas bien cortadas correas de piel de buey salvaje. Ceñidos ambos contendientes, comparecieron en medio del circo, levantaron las robustas manos, se acometieron y los fornidos brazos se entrelazaron. Crujían de un modo horrible las mandíbulas y el sudor brotaba de todos los miembros...

 

Le rodearon todos los compañeros y se lo llevaron del circo: arrastraba los pies, escupía negrea sangre y la cabeza se le inclinaba a un lado. Lo sentaron entre ellos, desvanecido, y fueron a recoger la copa doble.

Homero,Ilíada,XXIII,658-699

 

LUCHA LIBRE

 

El Pélida sacó después otros premios para el tercer juego, la penosa lucha, y se los mostró a los dánaos... Alzóse en seguida el gran Áyax Telamonio y luego el ingenioso Ulises, fecundo en ardides. Puesto el ceñidor, fueron a encontrarse en medio del circo y se cogieron con los robustos brazos... Sus espaldas crujían, estrechadas vigorosamente por los fuertes brazos; copioso sudor les brotaba de todo el cuerpo; muchos cruentos cardenales iban apareciendo en los costados y en las espaldas; y ambos contendientes anhelaban alcanzar siempre la victoria... Pero ni Ulises lograba hacer caer y derribar por el suelo Áyax, ni éste a aquel, porque la gran fuerza de Ulises se lo impedía...

 

Le hizo perder tierra, pero Ulises no se olvidó de sus ardides, pues dándole por detrás un golpe en la corva, le dejó sin vigor los miembros, lo hizo venir al suelo, de espaldas, y cayó sobre su pecho. La muchedumbre quedó admirada y atónita al contemplarlo. Luego, el divino y paciente Ulises alzó un poco a Áyax, pero no consiguió sostenerlo en vilo, porque se le doblaron las rodillas y ambos cayeron al suelo, el uno cerca del otro, y se mancharon de polvo. Se levantaron y hubieran luchado por tercera vez, si Aquiles, poniéndose en pie, no los hubiera detenido:

 

"No luchéis ya, no os hagáis más daño. La victoria quedó por ambos. Recibid igual premio y retiraos para que entren en los juegos otros aquivos".

Homero,Ilíada,XXIII,700-737

 

VELOCIDAD EN LA CARRERA

 

El Pélida sacó otros premios para la velocidad en la carrera. Expuso primero una crátera de plata labrada... Para el que llegase el segundo señaló un buey corpulento y pingüe y para él último medio talento de oro.

Homero,Ilíada,XXIII,740-752

 

LUCHA CON PICA, ESCUDO Y CASCO

 

Se levantó en seguida el gran Áyax Telamonio y luego el fuerte Tídida Diomedes. Tan pronto como se hubieron armado, separadamente de la muchedumbre, fueron a encontrarse en medio del circo, deseosos de combatir y mirándose con torva mirada. Todos los aqueos se quedaron atónitos. Cuando se hallaron frente a frente, tres veces se acometieron y tres veces procuraron herirse de cerca... Y los aqueos, temiendo por Áyax, mandaron cesar la lucha y ambos contendientes se llevaron igual premio.

Homero,Ilíada,XXIII,811-823

 

LANZAMIENTO DE PESO

 

"¡Levantaos los que hayáis de entrar en este certamen! La presente bola proporcionará al que venza cuanto hierro necesite durante cinco años, aunque sean muy extensos sus fértiles campos, y sus pastores y labradores no tendrán que ir por hierro a la ciudad".

Homero,Ilíada,XXIII,831-835

 

LANZAMIENTO DE FLECHAS CON ARCO

 

Luego sacó Aquiles azulado hierro para los arqueros, colocando en el circo diez flechas grandes y otras diez pequeñas. Clavó en la arena, a lo lejos, un mástil de navío después de atar en su punta, por el pie y con delgado corcel, una tímida paloma, y les invitó a tirarle flechas, diciendo: "El que hiera a la tímida paloma, se llevará a su casa las hachas grandes; el que acierte a dar en la cuerda sin herir al ave, como más inferior, tomará las hachas pequeñas.

Homero,Ilíada,XXIII,850-858

 

AQUILES ARRASTRA EL CADÁVER DE HÉCTOR ALREDEDOR DE LA PIRA

 

Se disolvió la junta y los guerreros se dispersaron por las naves, tomaron la cena y se regalaron con el dulce sueño. Aquiles lloraba, acordándose del compañero querido, sin que el sueño, que todo lo rinde, pudiera vencerle: daba vueltas acá y allá y con amargura traía a la memoria el vigor y gran ánimo de Patroclo, lo que de común con él llevara al cabo y las penalidades que ambos habían padecido, combatiendo con los hombres o surcando las temibles ondas. Al recordarlo,  prorrumpía en abundantes lágrimas: se echaba de lado o de espaldas o de frente y, al fin, levantándose, vagaba triste por la playa. Nunca le pasaba inadvertido el despuntar de la Aurora sobre el mar y sus costas; entonces uncía al carro los ligeros corceles y, atando al mismo el cadáver de Héctor, lo arrastraba hasta dar tres vueltas al túmulo del difunto Menetíada; acto continuo volvía a reposar en la tienda y dejaba el cadáver tendido de cara al polvo. Pero Apolo, apiadándose del varón aun después de muerto, le libraba de toda injuria y lo protegía con la égida de oro para que Aquiles no lacerase el cuerpo mientras lo arrastraba.

Homero,Ilíada,XXIV,1-21

 

SÚPLICA DE PRÍAMO POR LA DEVOLUCIÓN DEL CADÁVER. AQUILES LLORA Película divx

 

"Respeta a los dioses, Aquiles, y apiádate de mí, acordándote de tu padre; yo soy aún más digno de compasión que él, puesto que me atreví a lo que ningún otro mortal de la tierra: a llevar a mis labios la mano del hombre matador de mis hijos".

 

Así habló. A Aquiles le vino deseo de llorar por su padre y, cogiendo la mano de Príamo, lo apartó suavemente. Los dos lloraban afligidos por los recuerdos: Príamo, acordándose de Héctor, matador de hombres, derramaba copiosas lágrimas postrado a los pies de Aquiles; éste las vertía unas veces por su padre, otras por Patroclo, y los gemidos de ambos resonaban en la tienda.

Homero,Ilíada,XXIV,500-512

 

FUNERALES DE HÉCTOR

 

Pronto la gente del pueblo, unciendo a los carros bueyes y mulos, se reunió fuera de la ciudad. Por espacio de nueve días acarrearon abundante leña. Cuando por décima vez despuntó la Aurora, que trae la luz a los mortales, sacaron, con los ojos preñados de lágrimas, el cadáver del audaz Héctor, lo pusieron en lo alto de la pira y le prendieron fuego.

 

Pero, así que se descubrió la hija de la mañana, la Aurora de rosados dedos, se congregó el pueblo en torno a la pira del ilustre Héctor. Cuando todos estaban reunidos, apagaron con negro vino la parte a la que la llama había alcanzado. Seguidamente los hermanos y amigos, gimiendo y corriéndoles las lágrimas por las mejillas, recogieron los blancos huesos y los colocaron en una urna de oro, envueltos en fino velo de púrpura. Depositaron la urna en el hoyo, que cubrieron con muchas y grandes piedras, amontonaron tierra y erigieron el túmulo. Habían puesto centinelas por todos lados, para vigilar si los aqueos, de hermosas grebas, los atacaban. Levantado el túmulo, se volvieron y, reunidos después en el palacio del rey Príamo, alumno de Zeus, celebraron el espléndido banquete fúnebre. Así celebraron las honras de Héctor, domador de caballos.

Homero,Ilíada,XXIV,782-804

 

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